Reseña del acto:
Una proyección de fotografías de la vida de Manuel Rico Lara y una pieza musical interpretada por su nieta dieron la bienvenida a numerosos amigos que asistieron al acto organizado en su recuerdo por la ADD y su familia.
Abrió el acto Plácido Fernández-Viagas, Presidente de la Asociación, recitando unos versos de León Felipe:
HERMANO…
Hermano… tuya es la hacienda…
la casa, el caballo y la pistola…
Mía es la voz antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo
y me dejas desnudo y errante por el mundo…
mas yo te dejo mudo… ¡mudo!…
Y ¿cómo vas a recoger el trigo
y a alimentar el fuego
si yo me llevo la canción?
Manuel perteneció a la generación de los años 30 y, por tanto, participó en “la canción de la melancolía española”, dijo Plácido. Y prosiguió: Para Blaise Pascal la piedad no es una virtud española, y Antonio Machado, en Por tierras de España, dejó estos versos sobre la injusticia de los hombres de nuestras tierras:
Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta /-no fue por estos campos el bíblico jardín-: /son tierras para el águila, un trozo de planeta / por donde cruza errante la sombra de Caín.
Para Plácido hay dos fotos que representan bien la vida de Manuel. La primera foto es la de la sonrisa del hombre bueno y vitalista en el Café de Flore de París. La segunda, a la que no podía dejar de referirme en un acto como este, porque ha formado parte de la vida de Manuel y porque refleja un rasgo de la sociedad en que vivimos, es la foto de la falsa denuncia que sufrió y que las instituciones no supieron cortar a tiempo, antes de infligirle una profunda herida. Los sectores de la sociedad que contribuyeron a ello también son responsables, dijo Plácido. Y evocó el pasaje de Mateo (Mateo 25, 31-46) en que se aparta a los injustos con estas duras palabras:
Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.»…»En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo.»
Hoy la sociedad totalitaria no es la de las dictaduras del siglo XX, sino la de una opinión pública cruel, capaz de maltratar a un hombre inocente. Hoy muchos medios de comunicación están al servicio de esa sociedad cruel, pérfida y envidiosa. Pero Manuel carecía del sentido de la venganza y del resentimiento, porque era un hombre sabio.
Dentro de 30 años habremos desaparecido muchos de nosotros y dentro de 50 no habrá ya casi nadie que tenga una imagen personal de Manuel, pero lo que perdurará de él es que era un hombre bueno y esa bondad e ingenuidad perdurará en sus hijos, en sus nietos y más allá, porque no desaparecemos del todo, somos polvo de estrellas.
A continuación intervino Antonio Enrique Pérez Luño, Catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla. Este es un acto de memoria colectiva, en el que conmemoramos (término que viene de «memoria») a Manuel como ciudadano, como Magistrado y como universitario, dijo Pérez Luño.
Manuel se incorporó a la Universidad de Sevilla a finales de los 70, en el departamento de Filosofía del Derecho, como colaborador honorario. Lo conocí en las reuniones de la Asociación contra la pena de muerte.
Manuel tiene una amplia bibliografía como publicista, con sus artículos publicados en la prensa. También escribió monografías como profesor universitario tocando temas como La Sevilla de Jovellanos, Las ideas jurídico-penales en La familia de Pascual Duarte, El duelo y la tortura o La labor legislativa de las Cortes de Cádiz.
Al cumplir los 70 años la Universidad le dedicó un libro homenaje. Si muchas instituciones le cerraron las puertas durante el proceso la Universidad no lo hizo. En ella siempre fue querido y acogido.
Santi Romano decía que hay 3 tipos de juristas, como hay 3 tipos de perlas, los falsos, los cultivados (que son mera apariencia de saber) y los auténticos. El jurista auténtico se caracteriza por la responsabilidad, el rigor y la competencia. Un rasgo de Manuel era su autenticidad como jurista, pensaba lo que decía y decía lo que pensaba, rasgo poco frecuente en un mundo como el actual en el que la indigencia y la insolvencia intelectual y cultural se ocultan bajo apariencias y presentaciones de Power Point. El profesor de fondo, no el de forma, es más amigo de las bibliotecas que de los aeropuertos.
Otros tres rasgos destacan en la personalidad de Manuel: su cordialidad afectuosa y sensible, que no perdió ni siquiera durante el proceso; su generosidad, que le llevaba a sumarse y apoyar cualquier iniciativa cívica de interés, siempre disponible para colaborar; y su energía vital, era un vitalista que ha vivido de forma fértil y fecunda.
Para terminar Pérez Luño evocó a Vicente Aleixandre. De Manuel Rico Lara puede decirse: Con dignidad vivió, su sombra cruza.
«Con dignidad murió. Su sombra cruza», es el verso final del poema El olvido, con el que Aleixandre cerraba en 1978 su libro Poemas de la consumación.
A continuación intervino Paco Correal. Francisco Correal (Diario de Sevilla), biógrafo de Rico Lara, dijo que recordaba sus encuentros con Manuel con entusiasmo. Recordó cómo en 2005 fueron juntos a Olvera, el pueblo en que inició su andadura como juez, para dar una charla. Fue un día memorable para los dos. Como Machado, Manuel Rico recorrió la geografía española como juez. En Tenerife ocupó la plaza que dejó vacante Plácido Fernández Viagas, primer presidente de la preautonomía andaluza. Manuel era un lector empedernido de periódicos, los leía desde el principio hasta el final, tenía pasión por el papel de periódico. Y era amigo de periodistas.
También recordó cómo con 80 años dio una clase magistral en Primero de Derecho. Y sus tiempos de contertulio de Cuadernos de Roldán. También aludió a su faceta de pintor. Y contó esta anécdota: Pocos saben que Manuel sirvió como modelo de uno de los santos, no sé si San Isidoro o San Leandro, que escoltan a San Fernando en el escudo del Sevilla. El santo en ese escudo es la imagen de Manuel Rico Lara.
En El gusanito lector, en la calle Feria, se pueden encontrar estos días dos libros, el que escribió Manuel (Herido de vida) y mi biografía sobre su figura.
Con otra pieza musical terminó el acto, un acto sencillo y emotivo de recuerdo frente al olvido (“Ya somos el olvido que seremos”, Borges). Y un acto de cariño y, al mismo tiempo, de justicia, de reivindicación frente al barrizal que hoy degrada nuestra democracia, nuestra opinión pública y nuestras instituciones, frente a la carnaza que alimenta en los medios los juicios paralelos, frente a la nueva Inquisición que ignora la presunción de inocencia. Un acto de afirmación de los valores que destacaron en la vida de Manuel Rico Lara.
Sevilla, 4 de octubre de 2013. Reseña elaborada por Carlos Carrera Ortiz.