La salida a la luz de algunas de las prácticas corruptas instaladas desde hace tiempo en muchas de nuestras instituciones ahonda la grave crisis que padece nuestro sistema político e institucional.
La desafección hacia los partidos políticos y el descrédito de las instituciones son manifestaciones, entre otras, de la baja calidad de nuestra democracia.
Para los ciudadanos la corrupción política es ya el segundo problema que padecemos, después del paro. Esta situación está dañando seriamente la moral ciudadana y la imagen del país, por lo que se hace necesario un fuerte impulso de regeneración democrática en todos los órdenes.
[pull_quote align=»left»] reforma de los Tribunales de Cuentas para garantizar su independencia y la profesionalidad de su actuación fiscalizadora [/pull_quote]
Hay que poner en marcha sin demora reformas que mejoren los controles existentes y que castiguen con más dureza las conductas ilícitas.
La reforma en profundidad de la Ley de financiación de los partidos, que incluya el establecimiento de auditorías independientes de sus cuentas; la limitación de los mandatos; el reforzamiento de los medios humanos y materiales de la Fiscalía anticorrupción y de los Tribunales de Justicia a fin de que los procesos sobre corrupción no se eternicen durante años; la mejora de la transparencia de todas las Administraciones e Instituciones, que deben aportar el máximo de información a los ciudadanos sobre el uso que hacen de los fondos públicos, sobre las contrataciones y adjudicaciones; la reforma de los Tribunales de Cuentas para garantizar su independencia y la profesionalidad de su actuación fiscalizadora; la exigencia sin paliativos de responsabilidades a cuantos se han financiado ilegalmente y a cuantos se han beneficiado ilícitamente y defraudado al fisco a través de la política; y la Reforma de la Ley Electoral que abra y oxigene nuestro sistema político, entre otras medidas, son exigencias elementales que demandamos en un momento crítico para nuestra democracia.
Apoyamos igualmente una decidida, independiente y más ágil actuación de la Justicia, como mecanismo imprescindible para combatir con la mayor eficacia este mal endémico.
Los ciudadanos hemos de integrar en nuestros comportamientos, y defender activamente, principios como el cuidado de lo público, el cumplimiento de las normas, la honradez, la participación en la cosa pública, la educación en valores y la transparencia. Y retirar nuestro apoyo a los corruptos.
Todo ello contribuirá a medio plazo a mejorar la calidad de nuestra democracia y el nivel ético de nuestra sociedad, demasiado complaciente durante años con la corrupción y la picaresca.
Asociación Derecho y Democracia
8 de marzo de 2013